Ya os había hablado del Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH), y hoy intentaré ayudar a que podáis entender cómo detectar su posible existencia en la población, sobre todo en caso de vuestros hijos o conocidos (recordemos que se trata de una patología que también afecta a adultos).
Lo primero que hay que dejar claro es que los niños son inquietos, y que la inquietud no es sinónimo de TDAH. Lo normal es que les cueste comportarse como adultos, básicamente porque no lo son, y su forma de funcionar debe ser analizada de manera singular.
La voz de alarma a veces nace en el colegio, donde al niño le cuesta permanecer sentado en su silla durante las clases, corre y salta en situaciones inapropiadas, precipita respuestas de forma impulsiva, le cuesta guardar su turno o interrumpe constantemente actividades de otros. Esto hace que a menudo las relaciones interpersonales se vean afectadas durante el desarrollo del niño, y que le cueste hacer amigos, o mantenerlos.
Además, signos de inatención como caer en habituales errores por descuido, dificultad para mantener la atención en una tarea y no finalizarlas (no porque no quiera, sino porque le cuesta más de lo normal), distraerse ante el menor estímulo o una deficiente capacidad de organización deben poner en alerta a padres y cuidadores.
El paso a dar es contactar con un especialista, para que valore si el paciente sufre algún trastorno o no. En caso de que sea así, el tratamiento incluiría un abordaje a menudo en dos direcciones: cambiar algunos aspectos del funcionamiento diario que podrían ayudar a compensar las deficiencias del paciente, y, en caso preciso, pautar un tratamiento farmacológico.
Dr. Alberto Ramos Caneda
Especialista en Psiquiatría
CliniqSantiago
981 56 49 40
alberto.ramos.psiquiatra@gmail.com
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